Y da igual los defectos que tengáis…

            Y da igual los defectos que tengáis…

            Ese es el amor verdadero.

            Eso es lo que sienten nuestros niños… el amor que sobrepasa las limitaciones y carencias de la otra persona.

            Porque el amor es querer al otro tal y como es… y no tengamos duda, que perfecto no va a ser…

            Hablamos de nuestros hijos, si, y también de nuestra pareja, ¿por qué no? Hablamos de la familia… a esa a la que queremos tras nuestras discusiones a gritos y tras sus egoísmos. A esa que perdonamos, porque el amor que sentimos supera el dolor que nos han causado, sea mucho o sea poco. Porque el amor puede con todo…

           Sin embargo, nada sencillo es educar en el amor. Nada sencillo resulta decirles a nuestros niños que acepten a una persona diferente, que acepten algo que no les gusta, que soporten los defectos de aquel niño que ni tu, como adulto, aguantas… Pero… ¿no es la diversidad la que hace completo el mundo?

            El mundo no funcionaría solo con los bohemios y poetas, pero no tendría sentido solo con los mecánicos y ordenados. La vida no tendría sentido sin locuras, pero sería un caos sin rutinas…

            Aprendamos a valorar la diversidad. Es más, aprendamos a AMARLA.

            Enseñemos a nuestros niños a tolerar todo aquello que no les gusta y respetar la diferencia, porque ellos mismos, son diferentes a muchos otros, ¿o no? Y sin ninguna duda, no son perfectos…

            Papá y mamá, miradlos bien. Queredles tal y como son y no evitéis sus déficits. Nadie es perfecto. Ayudadles a mejorar, pero hacerle ver que tienen otras virtudes, y no pasa nada. ¿Acaso os consideráis vosotros perfectos? Aprendámonos a amar desde la humildad y el autoconocimiento… el cual daría para miles de post más…

            Cada uno es diferente, cada uno es perfecto en su imperfección y solo hemos de rodearnos de gente que así nos quiera, tal y como somos.

            Eduquemos en eso para que nadie tenga que sufrir burlas y desprecios, para que nadie sienta que es diferente… puesto que todos los somos.

Eduquemos en la humildad de reconocernos imperfectos y amarnos con nuestras carencias.

            Eduquemos para que ellos mismos reconozcan aquello que deben mejorar, porque no lo harán si no se dan cuenta.

           Porque antes de amar a nadie, debemos amarnos a nosotros mismos tal y como somos.

           Y después… amar a los demás sin pretender imposibles.

           Nuestro pequeño es así. Podemos ayudarle a mejorar ciertos aspectos, pero tal vez nunca aprenda a dibujar bien, o tal vez no le guste ser cariñoso, puede que le cueste relacionarse, a lo mejor nunca será bueno con las matemáticas… Aceptémoslo. Ayudémosle.

           Pero primero y principal… amémosle tal y como es sin taparnos los ojos… y sin tapárselos a él.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *